Los píxels de Cézanne y otas impresiones sobre mis afinidades artísticas
Wim Wenders / Caja Negra Editora
Wim Wenders / Caja Negra Editora
Wim Wenders / Caja Negra Editora
«Solo escribiendo puedo pensar las cosas hasta el final. / Las ideas van cobrando claridad a medida que veo las palabras escritas delante mío./ Si puedo ver lo que hace un instante no era más que pensamiento,/ la idea queda liberada,/ y puede continuar pensándose hacia adelante.»
Publicado en Alemania en 2015 con motivo de su aniversario número 70, este libro reúne por primera vez los escritos de Wim Wenders sobre otros artistas. A través de una idea o de un interrogante, Wenders tira de la punta del ovillo de sus pensamientos, y se desenvuelve como si fuera no solo un cineasta de culto sino también un escritor avezado. Estos textos narran su encuentro con los westerns de Anthony Mann, que lo impulsaron a abandonar la pintura y dedicarse al cine; sus recuerdos entrañables sobre el vínculo que estableció con Michelangelo Antonioni; su fascinación juvenil por los desoladores cuadros de Edward Hopper y de Andrew Wyeth; su curiosidad ante las fotografías de Peter Lindberg, el cine de Ozu o los diseños de Yohji Yamamoto, y también el descubrimiento de un nuevo lenguaje del movimiento en la danza de Pina Bausch, que solo la tecnología del 3D podía plasmar.
Estas “impresiones” (discursos que escribió para ceremonias y homenajes, pero también apuntes personales que permanecían inéditos) pueden leerse como derivas estéticas que transparentan la mirada poética que tiene sobre el arte un cineasta de tan vasta experiencia como Wenders. Con una naturalidad asombrosa, explora las especificidades de cada artista, y nos hace ver qué es tan conmovedor en sus obras y sus procesos creativos. Pero quizás la fuerza de estos textos radica en la confianza inquebrantable de Wenders en el arte como mecanismo de penetración en la realidad, y sobre todo en el lenguaje como dispositivo capaz de revelarnos aquello que permanecía silencioso en los pensamientos y las imágenes. Con una gramática propia, y una escritura rítmica y visual, Wenders registra aquí los trazos de vidas y obras ajenas que lo acompañaron en la construcción de su particular poética de la mirada. Y lo hace con simpleza, admiración y compromiso hacia los otros, los artistas y los lectores.