Feral

Las primeras capas de la eficaz prosa narrativa de Feral apenas nos previenen de que tal arranque, seguro de sí y dedicado incluso al tedio concéntrico de una u otra existencia, es en realidad un cebo para sus lectores. Tras el moroso comedimiento con el que nos franquea la entrada al mundo de sus personajes se cierne el deleite del predador que se prepara para encerrarse con su víctima. No podía ser más consecuente lo que se propone una novelista como Vanessa Garza Marín a la hora de narrar sus obsesiones y repasar viejas cuentas: el intenso bagaje personal vuelto literatura no tiene por qué ser una experiencia cómoda e inocua para el ojo profano.
—Hugo Valdés